La Vía Láctea es el nombre de nuestra galaxia
La Vía Láctea es el nombre de nuestra galaxia. Tiene forma de espiral y contiene alrededor de 200 billones de estrellas, el Sol y nuestro sistema solar. Los romanos la llamaban Camino de Leche, que es lo que significa en latín. El disco de la Galaxia aparece como una banda débilmente luminosa que puede observarse de noche extendiéndose a través del cielo, sobre todo en las noches de verano claras y sin Luna.
La apariencia difusa de esta banda se debe a la luz combinada de estrellas, demasiado lejanas para poder distinguirlas por separado a simple vista. Las estrellas individuales que vemos en el cielo son aquellas de la Galaxia que están lo suficientemente cerca del sistema solar para distinguirlas por separado.
A la Vía Láctea también se le llama el Camino de Santiago, pues servía de guía a los peregrinos que iban a Santiago de Compostela. (Compostela significa campo o camino de la estrella).
En las noches serenas, podemos ver una franja blanca que atraviesa el cielo de lado a lado, con muchas estrellas. Los días cercanos al 25 de julio, festividad de Santiago, la Vía Láctea muestra, tras ponerse el Sol, su orientación más acentuada: Este Oeste, por lo que indica el camino hacia Santiago. Dicen que el Camino se encuentra directamente debajo de la Vía Láctea, y que sigue las líneas que reflejan la energía de los sistemas estelares suspendidos encima de él...
En todas las culturas aparecen mitos y leyendas relacionados con la Vía Láctea, esa mancha blanquecina que vemos en el cielo nocturno. Según la mitología griega, el dios Zeus tuvo un hijo con una mortal. Zeus intentó que su esposa, la diosa Hera, amamantara a su hijo mortal, Hércules, para que éste consiguiera la inmortalidad. Hermes, el mensajero de los dioses, puso al niño en el seno de Hera, mientras ella dormía para que mamara la leche divina. Cuando Hera se despertó y descubrió a Hércules en su pecho, lo retiró bruscamente y la leche se esparció por el cielo formando la Vía Láctea.
La energía del Camino de Santiago era ya conocida por los pueblos de la antigüedad. Ellos sabían que favorecía la introspección, la meditación, el conocimiento de uno mismo... Todo para hallar respuestas a nuestros conflictos interiores. La energía de las miles de personas que han hecho el mismo camino durante cientos de años es tan grande que carga el campo energético de quien haga el camino, brinda paz interior. En fin, cura un poco nuestra alma dañada.
Si no puedes viajar con el cuerpo, eso es lo de menos, hazlo con tu mente. Es el viaje más emocionante que puedas imaginar. Eso sí, viaja ligero de equipaje, sin ideas preconcebidas ni prejuicios.
En ese viaje, todos, en algún momento, necesitaremos una mano que nos levante cuando nos caigamos, unos brazos que nos sostengan en reposo cuando ya no podamos más, alguien que, cuando nos demos por vencidos, nos traiga un nuevo resplandor lleno de esperanza.
¡Vive tus sueños! No te dejes vencer. Aprovecha las mágicas energías de la Vía Láctea y pídele que, en el bullicio de las voces confusas, te guíe para encontrar tu camino.
Y que ese camino sea un renacer, una superación de nuestras frustraciones e inseguridades. Ésta tiene que ser la gran lección de la peregrinación del ser humano por esta vida.